toro arrastrado al desolladero
¿Por qué comer carne nos convierte en
cómplices de la corrida?
Todo antitaurino debería saber que el toro de lidia no
tiene desperdicio y que, después de la corrida, el animal es arrastrado por las
mulillas fuera de la arena hasta el desolladero, un lugar donde es descuartizado para el
consumo humano (como ilustra el vídeo de arriba). Al respecto, recomiendo leer el artículo de El
país "Unas 60 toneladas de carne de toros bravos lidiados en Las Ventas acaban convertidas en estofado" (18/05/84) donde se pone en evidencia la estrecha relación entre el toreo y la carnicería:
"Cuatro puestos de otros tantos mercados madrileños venden hoy, a 650 pesetas el kilo, la carne del lomo de Moledor, novillo de la ganadería de Torrestrella lidiado y muerto a últimas horas de la tarde del pasado miércoles por Jaime Malaver en la plaza de Las Ventas. El destino de Moledor, desembocar en las cocinas madrileñas para convertirse en estofado, es el mismo que el de las otras 137 reses bravas (unas 60 toneladas en total) que desfilan por el coso madrileño esta feria. (…) Gracias a un contrato con la empresa taurina, las reses muertas en Las Ventas pertenecen a Luis Sobreviela, que se niega a informar acerca de su negocio. Las mulillas de Anchuelo retiran el cadáver de Moledor de la arena y lo arrastran al patio del desolladero, donde están esperando cuatro o cinco hombres armados de hachas y cuchillos afiladísimos. La ceremonia de desollar y, descuartizar al animal es tan breve como impresionante, y su presencia está vedada al público. En unos 10 minutos, tremendos hachazos a la cabeza y ajustados cortes en el cuello y bajo vientre dejan a Moledor sin cuernos ni pellejo, despojado de las vísceras y abierto en canal. Los ríos de sangre que corren por el suelo del desolladero son disueltos con mangueras de agua corriente. (…) El camión frigorífico que, por último, se lleva la carne de Moledor y los otros cinco bichos es de Hermanos Rodríguez, una empresa carnicera cuyos propietarios descienden del torero zamorano Félix Rodríguez II (...). Hermanos Rodríguez tiene tres puestos en los mercados madrileños de Maravillas, Puente de Vallecas y Villaverde Alto, donde hoy, viernes, está ya a la venta la carne de los novillos lidiados él miércoles. Esta mercancía, muy roja, sabrosa y de gusto y textura más fuertes que la ternera, también se vende en el mercado de Torrijos, de la calle de Goya, hasta donde la llevan los Rodríguez. La pieza más valiosa de la res es el lomo. Se cotiza a unas 650 pesetas el kilo, casi la mitad del precio de la buena ternera".
Puedo comprender que haya gente que coma carne y al mismo tiempo se oponga a la corrida. Consideran que es lícito matar por necesidad y, en cambio, desaprueban la muerte por placer. Al respecto, decía Plutarco:
“Comamos carne, con tal de que sea para cubrir la necesidad, no para satisfacer la gula o el deseo; matemos a un animal, pero hagámoslo al menos con conmiseración y tristeza, no por juego o por placer, ni con crueldad, como se hace ahora de maneras diversas” ("Sobre comer carne").Sin embargo, esta diferencia es engañosa, pues no es necesario comer carne. Se puede vivir en perfectas condiciones (ser un genio como Da Vinci o un atleta de alto nivel) siendo vegetariano o vegano. Hoy en día, en occidente no se come carne por necesidad, para sobrevivir, sino para satisfacer los caprichos del paladar, es decir, por placer. Por otro lado, el hecho de que la carne de los toros sacrificados en la corrida (placer) se venda para el consumo humano (necesidad), muestra bien la dificultad de establecer una distinción. En últimas, el problema reside no en la justificación artificiosa con que le arrebatamos la vida al animal, sino en el acto de matar. Y ese es el meollo del asunto: el lazo de sangre entre el consumo de carne y la tauromaquia (no habría plazas de toros si no hubiera mataderos), que no puede borrarse por más agua que se arroje sobre el toro cuando es arrastrado al desolladero.
Difícilmente podremos exigir que se respete la vida del toro en la arena mientras sigamos comiendo carne. Lo cual equivale a oponerse al narcotráfico al tiempo que inhalamos cocaína. No solo porque el toro de lidia es transformado en carne (que a lo mejor más de un antitaurino ha terminado comiendo sin saber), sino porque la humanidad desprecia la vida de los animales que se come y, en cambio, exalta la de aquellos que le hacen compañía o viven indómitos en la selva. ¿Por qué en muchos países las leyes de protección animal prohíben las peleas de perros pero hacen una excepción con las corridas de toros? Porque el ganado vacuno es la base de nuestra alimentación y eso dificulta su protección. Eso nos obliga a cambiar el estatus del toro para salvarlo de la corrida. Algunos reclaman su libertad, su vuelta al estado salvaje, como el bisonte. Otros piden respeto por el animal: Plutarco, por ejemplo, se escandalizaba de que la gente se comiera al buey que araba la tierra, en lugar de dejarlo morir de viejo, como ocurre aún hoy con el ganado en la India. Otra opción está siendo explorada por Christophe Thomas, quien ha criado al toro Fadjen como mascota para librarlo del estereotipo del toro bravo, que busca la muerte (ver vídeos). Existe incluso el proyecto de cultivar músculos in vitro para que la humanidad pueda saciar su voracidad sin matar animales. Personalmente, considero que la mejor opción para modificar el estatus del toro es el vegetarianismo o el veganismo, pues comer carne nos convierte en cómplices de la corrida.