martes, 7 de enero de 2014




(partes 1, 2 y 3)

Mientras los colombianos se matan, los holandeses hacen negocios

La producción de droga tiene un costo altísimo para los colombianos (violencia, corrupción, desplazamiento, deforestación, etc.), pero, a pesar de este costo real, no recibimos ninguna compensación. Nos quejamos de que las multinacionales mineras extraigan nuestros recursos y nos dejen regalías de apenas el 4%, pues en el caso de las drogas es peor: no obtenemos nada.   

Los narcotraficantes son riquísimos porque su industria es ilegal, es decir: libre de impuestos. Les hemos dejado el monopolio de la droga, un mercado de miles de millones de dólares, a las mafias y se han vuelto muy poderosas. ¿Por qué lo permitimos? La  legalización de las drogas representa una posibilidad de negocios y de ingresos para las arcas del Estado, que otros países no piensan desaprovechar.

En Colorado (EEUU), por ejemplo, la venta de marihuana se ha sometido a una tasa del 15% para financiar la creación de escuelas públicas. “Según las estimaciones de funcionarios de Colorado podría llegar a recaudarse cerca de 578 millones de dólares brutos en ingresos al año, incluyendo 67 millones de dólares en impuestos para el estado” (El Mundo).

“Es un mercado gigantesco en busca de una marca”, aseguró el pasado junio James Shively, exdirectivo de Microsoft, en la presentación de su proyecto de crear el “Starbucks de la marihuana”, en el que invertirá inicialmente 10 millones de dólares” (El País).

En el vídeo que puede verse más arriba, el empresario holandés del cannabis, Arjan Roskam, visita Colombia para recolectar las semillas de tres variedades de marihuana: limón verde, punto rojo y colombian gold. De vuelta a su laboratorio en Ámsterdam desarrollará nuevas variedades para poner a la venta. Su marca de semillas Green House Seed Company es un ejemplo de éxito en este nuevo capitalismo del cannabis.