martes, 5 de mayo de 2015



Bancos y dinero sucio

Acabo de leer el último libro de Roberto Saviano, Cero Cero Cero, en el que aborda la estrecha relación entre los bancos y los crímenes del narcotráfico.

A pesar de que en Colombia somos aficionados a las investigaciones sobre el narco, Cero Cero Cero (Anagrama, 2014) pasó totalmente desapercibido. De Roberto Saviano tal vez se conozca mejor Gomorra (2006) libro por el cual la mafia napolitana lo condenó a muerte – y la película homónima premiada en 2008 en el festival de Cannes. 

El error de la lucha antidrogas, argumenta Saviano, consistió en pensar que el mal debía arrancarse de raíz en Colombia, cuando se trata de un problema global. Después de varias décadas de guerra “los hombres pasan, los ejércitos se desmovilizan, pero la coca permanece. Es en síntesis la historia de Colombia”.

Lejos de extinguirse, el fenómeno se ha extendido a otras latitudes. Por ejemplo a África, que Saviano califica de “continente blanco” debido a las toneladas de cocaína que circulan con dirección a Europa. Sin olvidar la emergencia de los carteles mexicanos. Pues con la cocaína sucedió lo que ocurre con cualquier otra mercancía: que el distribuidor se volvió más poderoso que el productor.

Y el problema va aún más lejos. Saviano retoma un dato publicado por Alejandro Gaviria y Daniel Mejia en Políticas antidroga en Colombia: éxitos, fracasos y extravíos. A saber, que el 97,4 % de los ingresos del narcotráfico es lavado en los bancos de EEE. UU. y Europa.

La severidad que se le ha impuesto a Colombia en materia antidroga, contrasta con la tolerancia hacia los paraísos fiscales y la desregulación de los sistemas económicos y financieros en los países desarrollados.

Y como la mafia no se ve afectada por la crisis económica, su flujo de capitales se ha convertido en un pilar fundamental de la economía mundial en estos tiempos de recesión. En este sentido, Antonio María Costa, director de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito entre 2002 y 2010, denunció que durante el colapso de 2008 el dinero del narcotráfico le permitió a muchos bancos mantenerse a flote. 

De allí, tal vez, la poca severidad con que se castiga el lavado de dinero. Por ejemplo, el banco estadounidense Wachovia implicado en el blanqueó de 378 mil millones de dólares de los carteles mexicanos, resolvió sus problemas con la justicia a cambio de solamente 160 millones de dólares. Y nadie fue a prisión. Por su parte, el banco británico HSBC blanqueó 7 mil millones de dólares y apenas pagó una multa de 1,9 mil millones de dólares. Es decir: menos de un tercio del dinero sucio.

Son innumerables los bancos que se han beneficiado de la cornucopia del narcotráfico. El fenómeno es de tal amplitud que ha salpicado incluso al Vaticano. No se trata de un fenómeno marginal focalizado en algunos paraísos fiscales como las islas Caimán, sino que se extiende a los mismos centros del poder financiero mundial. Al punto que Saviano afirma que en este momento Wall Street, en Nueva York, y la City de Londres son los dos grandes lavadores del dinero.


La economía capitalista es adicta a la cocaína. Hay que desintoxicarla o legalizar la droga. Pues difícilmente podremos ganarle la guerra al narcotráfico (de nada valdrá que sigamos matándonos, atiborrando las prisiones y gastando el presupuesto en armamento) mientras haya complacencia con el dinero sucio en Estados Unidos y Europa.