sábado, 29 de marzo de 2014



Hablemos del suelo

“Vemos los estantes llenos de los supermercados y damos por sentado que siempre será así, pero lo cierto es que vivimos de prestado, a costa del suelo, y el suelo es finito. Estamos sacando dinero de una cuenta en la que nunca ingresamos nada. Un día esa cuenta estará vacía, nos quedaremos en números rojos y sin suelo”. Fuente: Global Soil Week.

domingo, 16 de marzo de 2014




El smog oscurece la ciudad luz  

Hace poco, las imágenes de la contaminación atmosférica en Pekín le daban la vuelta al mundo. Occidente denunciaba el agresivo crecimiento económico chino que no tiene en cuenta la salud ni el medio ambiente. Pero ahora es el turno de Europa de sufrir el mismo problema

Francia, uno de los grandes fabricantes de coches a nivel mundial, se ha visto obligada a permitir el acceso gratuito a la red pública de transporte masivo (buses, metro, trenes de cercanías, etc) de sus principales ciudades, entre ellas París, y a restringir la circulación del tráfico automotor. A pesar de las perdidas millonarias para las empresas de transporte, la medida ha debido ser aplicada para contrarrestar los altos niveles de contaminación atmosférica. 

En este momento una densa nube de smog (contracción de humo smoke y niebla fog) flota sobre Francia, causando alergias, problemas respiratorios, irritación ocular y riesgo de crisis cardíaca. Se ha recomendado a las personas sensibles que no hagan deporte y a las madres que no paseen a sus bebés cerca de las avenidas. Es ésta la prueba de que el modelo del coche particular ha colapsado y es inviable a futuro. De nada sirve prohibir el consumo de tabaco si el humo de los automoviles nos está envenenando.   

¿Cómo se llegó hasta aquí? Con el fin de limitar las emisiones de CO2 de la gasolina, el Estado francés redujo los impuestos sobre el diésel (que emite menos CO2) y los fabricantes de automóviles empezaron a producir en masa coches particulares con este tipo de motor. Paralelamente, el Estado comenzó a financiar, mediante el bonus écologique, la adquisición de vehículos con bajas emisiones de CO2, es decir: coches eléctricos e híbridos, pero también con motor diésel. Un negocio redondo en nombre de la ecología, que en realidad respondía a los intereses del lobby petrolero y automotriz. La actual crisis de la contaminación del aire demuestra que la medida tuvo un efecto perverso. El diésel es altamente contaminante, pues emite partículas finas, que se instalan en los bronquios y entran en el torrente sanguíneo, y dióxido de nitrógeno, razón por la cual la OMS lo clasificó en 2012 como cancerígeno.   

¿A quiénes afecta la contaminación del aire? Primeramente, a los mismos automovilistas, pues el sistema de ventilación del coche capta el humo de los vehículos que circulan adelante y lo introducen en la cabina. A los peatones, que respiran los gases de los tubos de escape. A los agentes de tránsito, a los empleados de los peajes y a todos aquellos que por su trabajo se exponen cotidianamente al aire contaminado. Y, en fin, a la población en general de las ciudades, principalmente a los ancianos y a los niños. La contaminación produce enfermedades respiratorias, alergias, problemas cardíacos, es cancerígena, aumenta la mortalidad infantil y es causa de muerte prematura en las personas adultas.  

Las ciudades han sido diseñadas para los coches, no para los peatones, y ese problema estructural nos está pasando factura. Es hora de que los ciudadanos recuperemos posesión de las calles. ¿Cómo? Exigiendo a los alcaldes que mejoren la oferta de transporte masivo, que construyan más parques y espacios para la gente. Mediante la desobediencia civil: caminando en grandes grupos en mitad de la vía, trazando ciclorrutas piratas, sembrando jardines sobre el asfalto, instalando mesas y sillas para pasar el rato en el espacio público o realizando cualquier otra actividad del tipo reclaim the streets. Pero sobre todo, renunciando al coche particular. No aceptar el modelo de vida que nos quieren imponer los industriales a través de la publicidad es la solución a la contaminación de las ciudades, a los embotellamientos y al calentamiento global. Si no actuamos ahora, en el futuro todos tendremos que utilizar máscaras para salir a la calle, como figura en muchas películas distópicas y como hacen ya muchos ciclistas urbanos (ver las pollution masks de Respro).  

A quien le falte motivación para renunciar al coche particular y para salir a pie a recorrer los caminos, le recomiendo la lectura de El Paseo (1917) de Robert Walser, del cual copio y suscribo el siguiente fragmento:   

A la gente que va levantando polvo en un rugiente automóvil les muestro siempre mi rostro malo y duro, y no merecen otro mejor. Piensan entonces que soy un vigilante y policía de paisano, encargado por elevadas autoridades y organismos de vigilar a los conductores, tomar el número de los vehículos y denunciarlos después. Siempre miro sombrío a las ruedas, al conjunto, y nunca a los ocupantes, a los que desprecio, en modo alguno de forma personal, sino por puro principio; porque no comprendo ni comprenderé nunca que pueda ser un placer pasar así corriendo ante todas las creaciones y objetos que muestra nuestra hermosa Tierra, como si uno se hubiera vuelto loco y tuviera que correr para no desesperarse miserablemente. De hecho, amo el reposo y todo lo que reposa. Amo el ahorro y la moderación y soy contrario en el nombre de Dios en lo más hondo de mi ser a toda prisa y atosigamiento. No tengo que decir más que lo que es verdad. Y seguro que por estas palabras no dejará de haber automóviles, con ese mal olor que echa a perder el aire, y que sin duda nadie estima y quiere especialmente. Sería antinatural que la nariz de alguien amara y aspirase con alegría lo que para cualquier nariz humana como es debido es a veces, según quizá el humor de que se esté, irritante y aborrecible. Basta, y no lo tome usted a mal. Y ahora a seguir paseando. Es divinamente hermoso y bueno, sencillo y antiquísimo, ir a pie. Suponiendo que zapatos y botas estén en condiciones”.   

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lunes, 3 de marzo de 2014





(Si los subtítulos en español no son visibles se pueden activar en la barra inferior del vídeo)

Historia del cambio e Historia de las soluciones

Está de moda comprar productos orgánicos, muy caros por cierto, que hacen que la gente pudiente salga del supermercado con la conciencia tranquila. Si se tiene suficiente dinero en el banco uno se puede comprar un coche eléctrico, una buena cantidad de electrodomésticos de bajo consumo y toda una serie de productos ecológicos. La expresión “desarrollo sostenible” se ha convertido en un lugar común de la retórica empresarial y hasta las empresas más contaminantes se venden hoy día como verdes. Es lo que se conoce como "greenwashing". Sin embargo, Annie Leonard nos recuerda que un modo de vida ecológico, si bien es deseable, no es suficiente. Las decisiones que tomemos como consumidores son importantes, pero no van a transformar el mundo. Es hora de cambiar las reglas del juego. ¿Cómo? Estos dos vídeos intentan responder a esa pregunta.

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